Si para llegar al espacio hubiera que enseñar pasaporte, la frontera estaría situada a 118 kilómetros de altura, han comprobado científicos canadienses. En esa zona de transición es donde los vientos relativamente ligeros de la atmósfera terrestre dejan paso a los violentos flujos espaciales de partículas cargadas, que pueden sobrepasar los 1.000 kilómetros por hora.
A esa altura es difícil estudiar los fenómenos físicos, porque está demasiado alta para los aviones y los globos y demasiado baja para los satélites. Por eso, los datos ahora presentados se obtuvieron con un cohete que los tomó durante los cinco minutos en que atravesó la frontera del espacio y luego llegó a los 200 kilómetros de altura. "Es sólo la segunda vez que se hacen medidas directas de los flujos de partículas cargadas y la primera vez que se obtienen datos de todos los ingredientes, como los vientos en la zona superior de la atmósfera", explica David Knudsen, de la Universidad de Calgary.
Las nuevas medidas acotan mucho mejor lo que los científicos vienen considerando el límite de espacio, que se suele fijar a efectos prácticos en los 100 kilómetros de altura. Esa fue la altura fijada en la convocatoria del premio X Ansari para la primera nave reutilizable con tres personas a bordo que alcanzara el espacio dos veces en un plazo de dos semanas. Lo obtuvo en 2004 el avión espacial SpaceShip One, diseñado por Burt Rutan.
El cohete que analizó la frontera espacial fue uno de los cuatro del experimento Joule-II que fueron lanzados el 19 de enero de 2007 por la NASA desde una base en Alaska para estudiar, entre otras cosas, los fenómenos físicos que dan lugar a las auroras. Llevaba un instrumento para la detección de iones por valor de 400.000 euros encargado por la Agencia Espacial Canadiense que fue el utilizado para hacer las medidas.
La atmósfera terrestre no aísla a la Tierra de lo que la rodea en el espacio. El Sol es el ejemplo obvio, pero no el único. "Comprender la frontera entre la atmósfera de la Tierra y el espacio exterior es básico para tener el panorama completo de los efectos del espacio sobre el clima terrestre y el medioambiente", ha señalado Russ Taylor, de la misma universidad. El trabajo, hecho en colaboración con otras institutuciones, se ha publicado en la revista Journal of Geophysical Research.
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